PSICOLOGÍA POSITIVA
La Psicología Positiva representa una innovación dentro de la Psicología. Una definición completa de la Psicología Positiva es la de “estudio científico del funcionamiento humano óptimo” (Ken Sheldon, Barbara Frederickson, Kevin Rathunde, Mike Csikszentmihalyi, and Jon Haidt, 1999).
La sociedad actual se basa en el concepto de estado de bienestar y las organizaciones e instituciones se hacen eco, entre ellas la OMS, que define la salud como:
“Un estado de bienestar físico, mental, y social completo, y no sólo la ausencia de enfermedad e incapacidad, sino un estado positivo que concierne al individuo en sí mismo en el contexto de su vida"
Hoy en día una de las personalidades más representativas dentro del ámbito de la Psicología Positiva es Martin Seligman, que ha orientado sus esfuerzos a la investigación mundial de las fortalezas a través de la Universidad de Pennsilvania. Otros autores representativos son Mihalyi Csikszentmihalyi, Christopher Peterson, Ed Diener, Tal Ben-Shahar y Chris Peterson entre muchos otros.
Generalmente las teorías psicológicas se enfocan en las patologías y en las conductas negativas. Por el contrario, la Psicología Positiva propone estrategias para alcanzar y optimizar fortalezas de las personas. Así pues, propone centrar la atención más hacia la prevención que hacia el tratamiento.
ASÍ APARECIÓ LA PSICOLOGÍA POSITIVA
Los antecedentes de la Psicología Positiva se remontan a los años 20 y 30 en los trabajos de Terman y Watson, en los cuales ya se hacía mención de algunos conceptos y temáticas importantes como el talento en estudiantes, el cuidado de infantes y factores psicológicos involucrados en la felicidad marital.
Antes de la Segunda Guerra Mundial, los psicólogos se enfocaban en acciones que contribuían a que la vida de los individuos fuera más productiva y plena, así que se identificaban y reforzaban talentos y fortalezas en los pacientes para afrontar diversas situaciones.
Sin embargo, como consecuencia de la guerra se cambió el enfoque general de la psicología para que se ocupase sobre todo de evaluar trastornos mentales y tratar de aliviar el sufrimiento humano. Como oposición a esta tendencia centrada en la patología, autores como Carl Rogers y Abraham Maslow dentro de la corriente humanista, trabajaron algunas ideas de fortalezas y felicidad del ser humano, sentando un precedente del que luego surgiría la Psicología Positiva.
A finales de 1990, Martin Seligman, psicólogo y educador estadounidense, decidió darle un giro al enfoque dominante y presentó por primera vez su propuesta de Psicología Positiva en la ceremonia en la que fue nombrado presidente de la Asociación Americana de Psiquiatría (APA por sus siglas en inglés) en 1998. A partir de esa etapa, muchos investigadores orientaron su trabajo hacia el estudio de las potencialidades psicológicas del ser humano.
Dado que el propósito de la psicología positiva ha sido contribuir al estudio de las condiciones y procesos relacionados con el desarrollo óptimo de los individuos, grupos e instituciones (Gable & Haidt, 2005), sus aportes han tenido impacto en distintos campos de intervención de la psicología, principalmente en las áreas clínica, de la salud y educativa, en las que se observa un mayor énfasis.
En el nivel clínico, uno de los objetivos de la psicología positiva es cambiar el marco de intervención hacia el desarrollo de estrategias terapéuticas que favorezcan la experiencia emocional positiva, lo cual está orientado hacia la prevención y tratamiento de los problemas derivados o exacerbados por la presencia de emociones negativas como la ansiedad, la depresión, la agresión y el estrés, entre otros. Dichas emociones tienen además la propiedad de estrechar el repertorio conductual del individuo, en cuanto afectan los procesos de pensamiento y acción (Fredrickson, 2000; Resnick, Warmoth & Selin, 2001; Seligman, 2002; Seligman & Peterson, 2003; Joseph & Linley, 2005).
Debido a la orientación tradicional de la psicología, actualmente se cuenta con conocimientos sólidos sobre los efectos de las emociones negativas (miedo, tristeza, ira, aversión, indignación y repulsión, entre otras) sobre los llamados trastornos de salud mental y física (Miguel-Tobal, Casado, Cano-Vindel y Spielberger, 1997; Seligman, 2005). Por el contrario, el objetivo concreto de la psicología positiva en el ámbito clínico y de la salud, es estudiar las fortalezas y las virtudes humanas, así como los efectos que éstas tienen sobre los individuos y la sociedad (Cuadra & Florenzano, 2003). Seligman (2003) considera que este tipo de aproximación constituye también una valiosa estrategia para la prevención, en cuanto actúan como barrera contra los trastornos psicológicos y pueden contribuir de manera importante con la capacidad de recuperación.
En el nivel educativo, existen estudios sobre motivación extrínseca (Ryan & Deci, 2000), desarrollo en jóvenes (Larson, 2000; Eccles & Gootman, 2002), apego (Ryan & Lynch, 1989), motivación académica (Pajares, 2001), ambientes de aprendizaje (Grolnick & Ryan, 1987) y servicios de orientación familiar, en los que se enfatiza en la generación y optimización de las fortalezas desde una aproximación positiva y proactiva (Christenson & Sheridan, 2001; Dunst & Deal, 1994).
La psicología educativa desde una perspectiva positiva centra su atención en las fortalezas o atributos específicos positivos de las personas y grupos en ambientes pedagógicos (Hughes, 2000). De acuerdo con estudios realizados en este ámbito, aquellos docentes que enfatizan en las experiencias positivas sobre el desarrollo de habilidades en los niños, hacen que éstos tengan mayor probabilidad de experimentar altos niveles de autoeficacia y otras características de desarrollo psicológico positivo, cuando ocurren conjuntamente con el desarrollo de habilidades complejas (Akin-Little, Little & Delligatti, 2004). Al respecto, Seligman & Csikszentmihalyi (2000) sostienen que promover competencias en los niños es más que arreglar lo que esta mal en ellos; es identificar y fortalecer sus cualidades predominantes, y ayudarles a encontrar los espacios en los que puedan expresarlas. Promover las fortalezas de los niños y jóvenes puede incrementar cambios que favorecen el manejo exitoso de las dificultades actuales y las que deberán afrontar en el futuro (Terjesen, Jacofsky, Froh & DiGiuseppe, 2004).
En este sentido, Meyers y Nastasy (1999), sostienen que las intervenciones preventivas .deben dirigirse hacia la modificacion del ambiente para reducir el estrés, modificacion del individuo para desarrollar competencias, a modificar de forma simultánea al individuo y su ambiente. Los ambientes educativos en los cuales las recompensas son ofrecidas de manera contingente con el logro exitoso de metas realistas tienen más probabilidad de incrementar la motivación y disminuir los comportamientos problemáticos de los niños y jóvenes.
FIN
Comentarios
Publicar un comentario